Las cartas de este blog cuentan una historia. Para comenzarla, debes dirigirte a la primera entrada.

Páginas

martes, 7 de abril de 2020

Nueva York, 5 de agosto de 1920
Querida Alina: 
Ha pasado más de un mes desde que me instalé en Nueva York. Y lo cierto es que no podría estar más contenta. Tenía muy claro que lo que necesitaba era trabajar y después todo lo demás iría llegando. Le debía dinero a Atticus, y aunque él insiste en que no tiene prisa, no quiero que piense que me aproveché de él. En realidad, nos vemos bastante a menudo. Me aventuraría a decir que incluso más que cuando estábamos prometidos y él se pasaba semanas lejos de casa, en sus viajes de negocios. 

Y, por primera vez en mi vida, he descubierto que se puede ser amiga de un hombre. Ya sabes que, al menos a mí, me han criado para ver a los hombres como prometidos, esposos y padres, pero nunca como amigos. Pues con Atticus he desarrollado un sentimiento muy bello. No me malinterpretes, tú también eres una muy buena amiga, pero hasta hace unos meses, las únicas "amistades" que yo veía en persona eran chicas de mi edad que sólo sabían hablar de institutrices para sus hijos todavía no nacidos, los gustos de sus esposos o las telas nuevas traídas de Francia. Para mí es una liberación poder quedar con Atticus y hablar de literatura, compartir nuestras inquietudes, hablar de futuro...

Futuro. No me obsesiono con él, pues vivo un poco al día, pero sí me encantaría poder ahorrar para seguir viajando y conociendo mundo. Me pongo a hablar de otras cosas y olvido contarte lo esencial. La dueña del hostal donde me hospedo es un encanto, las malas lenguas dicen que permite que parejas no casadas pasen noche en sus habitaciones. A mí eso me trae sin cuidado, la verdad. He aprendido a respetar que cada cual haga su vida sin juzgarles. A lo que iba, Martha, la casera, me dio un par de referencias para comenzar a trabajar. Al final, me decanté por trabajar de limpiadora en... ¡Un cabaret! El otro puesto quizá era más decente, pero las condiciones eran mucho peores. Aquí, tengo un buen horario, pues yo debo ir a limpiar por la mañana, y dejar toda la tarde libre para que preparen sus números. Además, gano un buen sueldo, pues me pagan un extra por "ver, oír y callar". Si te cuento esto a ti es por la confianza que nos une. Pero en teoría no puedo hablar de ese trabajo con nadie, ni dar ninguna dirección, ni contar nada de lo que veo. Yo no coincido con las bailarinas ni los clientes, pero sí que veo todo lo que han consumido la noche anterior y puedo hacerme una idea de todo lo que allí ha tenido lugar. Al principio se me hizo un poco duro acostumbrarme, ya sabes que yo me he criado entre algodones sin tener que mover un dedo por nada. Pero creo que me vendrá bien esta cura de humildad, y me servirá para ahorrar y cumplir algunos proyectos que comienzo a tener en mi cabeza. 

Esta noche, la dueña, me ha invitado a ir con un acompañante (porque allí sólo se puede entrar con permiso, es un club bastante selecto). He decidido invitar a Roderick, podría ser divertido. Ya te contaré qué tal nos ha ido. 

Si mi madre se enterara...¡Su hija limpiando en un cabaret! Lejos de avergonzarme, me da risa. 

Pero basta de hablar de mí. ¿Qué tal te va por la clínica desde que se marchó el doctor? ¿Te apañas tú sola? ¿Qué tal va con los pacientes? ¿Cómo llevan ser atendidos por una mujer? Seguro que te has hecho a ello. 

Tu amiga que te aprecia y desea poder visitarte pronto, Grace. 

domingo, 4 de agosto de 2019

Nueva York, 5 de agosto de 1920


Estimado Scott,
Espero que esté usted bien. Han pasado varios meses desde su última carta y mi preocupación va en aumento.
Como podrá observar por mi dirección actual, dejé Londres hace tiempo. Nueva York es muy diferente, pero me ha venido bien cambiar de aires. Pese a la situación de crisis en la que se encuentra el país y el incremento del desempleo, he tenido suerte. Los conocimientos sobre finanzas que adquirí gracias a la testarudez de mi padre me han ayudado a abrirme camino en la gran ciudad.
Y no solo estoy feliz en ese sentido. Vivir aquí me permite visitar a menudo a dos de los pilares más importantes de mi vida ahora mismo: Grace y Alina. Algún día le hablaré de ellas mientras tomamos un café o disfrutamos de la buena música del Cotton Club.
Podría parecer que mi nueva vida ha eclipsado el asunto para el que le contraté, pero no es así.
Desde que mencionó en su carta que Elisabeth huyó de alguien, cada día me pregunto quién es la persona que le pudo causar tal sufrimiento… Incluso delante de mis narices.
¿Usted cree que debería hablar con mi hermano Rupert? Al fin y al cabo es quien guardaba aquella maldita nota.
Ojalá esta carta llegue a sus manos y pueda resolver la cuestión que tanto me atormenta. Una vez más, espero que se encuentre bien.

Atentamente,
Atticus Crawley






domingo, 2 de julio de 2017

Nueva York, 30 de junio de 1920
Querido Atticus: 
Después de una larga travesía, por fin llegué a Estados Unidos hace un par de días, pero he sido incapaz de ponerme frente al papel hasta hoy. El cambio de horario, de aires y de clima me tenían atontada, pero hoy por fin me encuentro bien. De momento estoy en la pensión de la que tus amigos te habían hablado, aunque espero poder encontrar un trabajo pronto que me permita mudarme. 
Sin toda tu ayuda, no habría sido capaz de llegar hasta aquí. Gracias por el dinero que me prestaste. Te lo devolveré en cuanto pueda, no dudes que parte de mi futuro sueldo estará destinado a devolverte cada penique. Pero más que el dinero, agradezco tu discreción para evitar que mi familia se enterara de lo que tramaba y de tu apoyo cuando más sola me sentía. Me alegro que poco a poco parezcas perdonarme por mis errores del pasado y no dudes que me tienes ahí para todo lo que pueda ayudarte. 

Un afectuoso saludo,
Grace

martes, 19 de julio de 2016

Chicago, 30 de marzo de 1920


Tu carta y la mención al tío de Elisabeth me fueron de gran ayuda. Cuando lo leí recé porque ese tío llevara su mismo apellido. ¿Y a que no adivinas? ¡Eureka! Di con él.

James Thompson lleva acomodado en Chicago desde hace años. Es un tipo con vista. Regenta varios locales en Chicago y le está sacando partido a esto de la Ley Seca. No le va nada mal al tipo. Me entrevisté con él hace unos días y déjame decirte que no me gusta nada. No es un caballero inglés al uso, más bien es un hombre que ha sabido adaptarse y aprovecharse de los reveses de la vida.

La buena noticia es que sabe perfectamente dónde está su sobrina. La mala es que no me dijo dónde ni quiere hacerlo. Pero mi trabajo no es sólo hablar con la gente y tengo un hilo que seguir.
La cosa se puso fea cuando insistí un poco para que me dijera algo más. De hecho falto poco para que sus matones me echaran del local.

Sí me dijo algo: Elisabeth está huyendo de alguien de Londres. "Ya lo ha pasado la pobre bastante mal", fueron sus palabras. ¿De quién puede huir y por qué? 

No tardaré mucho en escribirle y espero que sea para decirle que la he encontrado. Voy a merodear por los locales del señor Thompson, algo sacaré. Y una vez la encuentre pienso saber por qué se fue así de Londres. Tendrás todas tus repuestas, Crawley.

Me despido atentamente,

Scott Manley
Chicago, 1 de marzo de 1920


Ni siquiera sé qué responder a tu carta. Llevo mirando la botella de whisky desde hace horas, de hecho la tengo frente a mí. Pero no la he tocado. No la he tocado y la necesito.

Grace, sé que fui débil. Pero entiende que lo que hice fue un arrebato, estaba dolido. No quiero quitarme parte de culpa. Toda es mía. Pero entiéndelo.

Grace, he estado pensando lo que has dicho de que nuestra relación nos destruye y por un momento he creído que lo mejor es dejarlo y empezar una nueva vida, pero no. Me niego a tomar el camino fácil. Grace, ¿para esto hemos luchado tanto? Volvamos a empezar, pero juntos. Por favor, ven a mi lado. No voy a darme por vencido, sabes lo cabezota que soy. 

Recuerda aquella noche. ¿No deseas que todas las noches de tu vida sean así? Yo sí. Si no vienes junto a mí, volveré a por ti Grace. 

Voy a vaciar la botella que tengo enfrente. Te prometo que voy a vencer eso. Una vez estés a mi lado... ¿No te das cuenta de que me he apoyado en la bebida por no tenerte, por mitigar el dolor que me produce no estar contigo? Grace, si me dejas caeré en una espiral. Será mi fin. ¿De qué me ha servido no morir en la guerra si no he logrado estar contigo?

Ójala hubiera muerto en el campo de batalla.

Me despido y esperaré nuevas tuyas. 

Sigo amándote.

Roderick